diciembre 21, 2006

El estrés y las cabras

Vez pasada estábamos con Carlos y un cliente hablando algo sobre la adicción al trabajo, o “workolic” como le llaman los norteamericanos, y recordé una historia que hace tiempo escuché y que trataré de reproducirla, un poco modificada o adornada por culpa del tiempo.

Resulta que un día Alfredo, un alto ejecutivo de una gran empresa, angustiado por la presión de su trabajo decide escaparse al campo un día cualquiera de la semana. Se sube a su cuatro por cuatro de ultimísima generación y parte velozmente sin rumbo fijo. Bueno, eso de ir sin rumbo, más o menos, porque de inmediato enciende su GPS, localiza un pequeño pueblo del que alguna vez había oído hablar y luego de luchar unos minutos con las teclas del artilugio, la cobertura, los mapas y otras delicias tecnológicas, (¡ya se estaba poniendo nervioso!) por fin puede orientarse proa a su destino y relajarse un poco.
Llevaría no más de quince o veinte minutos por un camino rural alejado del mundo y vio un pastor que tranquilamente, tirado en la hierba, miraba como sus cabras caminaban y comían rodeadas de un paisaje bucólico y maravilloso.
Alfredo detiene su cuatro por cuatro a un costado del camino, frente al pastor, se baja y se acerca.

-Buenas tardes – saluda tratando de poner la voz con un acento campestre como para no desentonar con el ambiente.
-Buenas – contesta el pastor.
-Qué ¿pastoreando las cabras, no?
-Ya ve usted – contesta el pastor sin prestarle mucha atención.
-¿Muchas cabras? - siguió Alfredo.
-No, las que ve, unas quince.
-Mi amigo, voy a ir al grano – le suelta Alfredo, que como buen hombre de negocios era muy expeditivo.
-¿No habrá usted pensado en montar un empresa más rentable con las cabras?

Y sin esperar repuesta continuó:
-Pues mire, si usted vende unas pocas, sin intermediarios para ganarles más, con ese dinero puede comprar un macho y una hembra de alguna raza mejor, que de más leche o más carne. Luego de un par de años su rebaño será más productivo y además podrá vender machos y hembras de raza. Con ese dinero puede invertir en la bolsa y otras opciones con altos beneficios, aunque siempre cuidando de su cartera de inversión y entonces…

Así siguió Alfredo entusiasmado desarrollándole todo un plan de negocios al pobre hombre que lo miraba extrañado.

-Perdone que lo interrumpa Don Alfredo, todo lo que usted me dice me parece muy interesante, pero ese plan de diez o quince años ¿es para llegar a dónde?
-¡Hombre! ¡Para tener mucho dinero!
-Vale ¿y para qué? –
insistió el pastor.
-¡Para poder estar tirado tranquilamente en la hierba mirando a tus cabras!

El pastor se encogió de hombros mirándole a los ojos y le dijo:
-Lo mismo que estoy haciendo ahora ¿no?

En esto sonó el móvil, Alfredo dio un salto y atendió. Otra vez la locura, el trabajo pendiente tenía que estar para el jueves, la secretaria estaba de baja, lo había llamado un tal Rodríguez por un negocio de…
Casi no tuvo tiempo de despedirse del pastor. Con un ademán de adiós se subió a su cuatro por cuatro y partió… rumbo al estrés.

Para pensar
Hasta pronto

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