abril 13, 2007

Mimetismo


Como cada vez que hacíamos un pequeño descanso entre clase y clase, me fui a recomponer fuerzas a una cafetería cercana. Era la primera vez que entraba allí. Las mesas en la acera, frente a la plaza, algunos toques de madera en su fachada y su interior, pequeño por cierto, le daban un aire agradable y acogedor.
Sin embargo esa primera buena impresión se derrumbó en un instante. Tras la barra, una camarera indiferente iba y venía tranquilamente sin siquiera mirarme, a pesar de que era el único que estaba allí de pie, esperando pacientemente. Cuando finalmente lo hizo me dio la impresión de que más que preguntarme qué me servía me estaba gruñendo con un sonido gutural y sordo.
Bien, no quiero cargar las tintas sobre esta mujer, seguramente más de uno de vosotros habrá tenido una sensación similar en su rol de consumidor en cafeterías, bares, tiendas o dónde le haya tocado estar.
Lo cierto es que el hecho despertó mi “curiosidad profesional” y pensé en aprovecharlo para comprobar, una vez más, la teoría del “mimetismo”. Así es que volví tres o cuatro veces seguidas, después de todo era la cafetería que más cerca me quedaba y no tenía mucho tiempo en esos descansos.
En las otras oportunidades el panorama no varió mucho, aunque las caras fueron de otros camareros y camareras, por lo que hasta aquí la teoría del mimetismo había comenzado a comprobarse, pero faltaba la pieza clave.
Las sesiones de formación habían terminado, así que dejé de ir a la cafetería, parecía que no iba a poder terminar el “experimento”.
Pero al poco tiempo me tocó pasar cerca, recordé el tema y volví a entrar.
No tenía mucha prisa y tras un tiempo breve ¡pude confirmar la teoría! ¡allí estaba la pieza clave!
La pieza clave era, lógicamente,… el dueño de la cafetería.
¿Cómo creen ustedes que era el trato que tenía hacia sus empleados y hacia los clientes?
Acertaron, igual al que tenían sus empleados entre sí y con los clientes.

Se trata de un fenómeno en el que los integrantes de un grupo tienden a parecerse a sus líderes en sus gestos, actitudes y comportamiento, es decir a imitar inconscientemente o mimetizarse con aquellos que tienen el poder o que son admirados.

Pensemos ahora en una empresa cualquiera, casi con seguridad el “estilo” o “personalidad” de la empresa guarda una estrecha relación con sus líderes. Si ellos son amables, muy probablemente también lo sea su gente. Si son exigentes, muy serios, ordenados, así será la empresa. Si no les importan los clientes, pues… etc., etc.
En la empresa, como en la familia, no les podemos pedir a los demás que se comporten como nosotros mismos no lo hacemos.
Ni más ni menos que hacerle caso a la antigua frase de “…predicar con el ejemplo”.

No quiero despedirme sin terminar la historia inicial. Después de finalizar mis observaciones de rigor, saboreé el café, que era bastante bueno, y me fui pensando en el artículo que iba a escribir sobre el tema.
Ah,… me he prometido no volver a esta cafetería hasta que vea el cartel de “se traspasa”.

Para pensar.
Hasta pronto.