noviembre 27, 2007

Aprender jugando


El niño corrió detrás del globo que se había soltado de su mano. Apenas había una leve brisa pero ya estaba a un par de metros y subía… la ilusión se le había escapado.
Pero aprendió algo, ya ningún globo más emprendió su solitario camino al cielo, a partir de ese momento los ataba a su muñeca.

Esa fue sólo una pequeñísima experiencia en su vida, como todos los niños tuvo incontables experiencias más a través de los juegos, muchas buenas, algunas pocas malas.
Se estaba preparando para la vida.

Cuando crecemos físicamente nos empezamos a sentir importantes, muy serios sonreímos al ver la inocencia de los juegos de los niños, fue otra etapa, pensamos.
Pero resulta que sin darnos cuenta seguimos jugando, claro que ahora son juegos de “mayores”, menos inocentes pero juegos al fin. También seguimos aprendiendo a través de ellos, aunque tal vez seamos menos permeables para incorporar sus enseñanzas que cuando niños.

Yo también he aprendido algo con la experiencia. En tantos años como instructor de personal de empresas he podido ver los excelentes resultados que da el uso de juegos en la formación. Tan convencido estoy que ya no concibo dar prácticamente ninguna formación sin juegos, me atrevo a decir que ya casi soy un especialista en esto de enseñar-aprender jugando. Me gusta, me divierto, enseño y aprendo mucho más y mejor.

Es fantástico ver como los adultos nos enganchamos a juegos aparentemente infantiles, como hacer trenes con cartulina, jugar a los náufragos, armar un rompecabezas... Los ánimos se levantan, las prisas, los pequeños problemas y la competencia hacen funcionar la imaginación al ritmo del flujo de la adrenalina.
¡Si siempre trabajáramos con esta motivación!

La explicación profunda del poder de lo lúdico sobre el aprendizaje la tienen los psicólogos y pedagogos, yo sólo puedo dar fe de ello, lo palpo a diario en sus resultados.
Si sólo escuchamos, apenas nos queda un pequeño porcentaje a nivel de conocimiento, si además leemos, es algo más, y ya si escribimos, otro poco más. Pero recién cuando hacemos, equivocándonos y acertando, incorporaremos verdaderas habilidades.

Las herramientas lúdicas en el aprendizaje de adultos consiguen que los participantes lleguen al menos a una simulación de su propia realidad y dimensiones humanas en algunos aspectos, fijándola con mucha fuerza a su mente porque pasa no sólo por la razón sino principalmente por las emociones. En este sentido provocan vivencias que el estudio y práctica de casos y problemas, sin restarles mérito, no consiguen.

Este paso importante de hacer y de vivir situaciones en carne propia empuja a una actitud proclive a la aplicación de lo aprendido. Actitud y voluntad que, en última instancia, será lo único que llevará a desarrollar definitivamente habilidades.

Por cierto, el niño de la historia incorporó algo para siempre: las ilusiones, como al globo, hay que cuidarlas y atarlas a la vida para que se hagan realidad.

Advertencia para los lectores: la pequeña historia es sólo un juego de la imaginación, cualquier semejanza con personajes reales es pura coincidencia… ¿no?

Para pensar.
Hasta pronto.

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