octubre 26, 2006

Sócrates y el Búho

Paseaban una mañana el padre y el hijo pequeño cuando delante de ellos aparece una señora muy bien organizada físicamente.
El padre, arrastrado súbitamente por una ola hormonal, exclama:
-¡Qué c…!
El niño lo mira desde su baja estatura e inocencia y le pregunta:
-¿Qué dijiste, papá?
En ese momento la testosterona dio paso a la adrenalina que se manifestó claramente en el tono rojizo de su cara.
-Nada… queeee… dije… ¡qué búho! – respiró aliviado el padre creyendo haber encontrado la solución a la embarazosa pregunta.
-¿Qué es un búho papá?
-Pues… un animalillo nocturno.
-¿Pero si es nocturno como lo has visto a esta hora?
-Es que… iba a buscar a sus hijitos.
-¿Y cómo tienen hijitos los búhos?
-… eh… ponen huevos como cualquier ave.
-¿Y cuántos huevos ponen?
-Pues… no sé, unos tres o cuatro.
-¿Y de esos tres o cuatro, cuántos buhitos nacen?
-¡Tres o cuatro! – empezó a levantar la voz el padre ya un poco alterado.
-¿Y por qué son sólo tres o cuatro?

Ese fue el golpe de gracia. El padre ya agotado confiesa:
-¡Vale, vale, dije qué c…, hijo, dije que c…!

La verdad había aflorado finalmente.

Esta historia ocurrió más o menos en el año 465 AC y el niño se llamaba Sócrates (aclaro a los historiadores que es una recreación fantasiosa).
El niño se hizo grande y siguió preguntando y preguntándose siempre, hasta que se puso molesto para algunos no tan inocentes y se le “sugirió” que se suicidara.
Luego vinieron atrás otros con sus palas para echar un poco de tierra encima de este sano arte de la mayéutica.

¿Y a qué viene esto? Pues, por deformación profesional no puedo dejar de relacionarlo con la empresa.
Es demasiado frecuente que el empresario requiera a los consultores sólo las respuestas, o mejor dicho la receta. Generalmente “está muy ocupado” para pensar un poco más profundamente sobre el por qué de las cosas (tanto en lo que le va bien como en lo que no).
Por otro lado, también es demasiado frecuente que los consultores creamos que las sabemos todas y estemos tentados a dar recetas.

¿No habrá llegado la hora de reflotar la mayéutica de Sócrates y los empresarios y consultores nos pongamos a tratar juntos y humildemente de encontrar la verdad (léase soluciones)?

Ruido sobre el tema en el ambiente empresarial ya hay. Es creciente y se llama “coaching”.
El “coach” (entrenador) hace el papel de facilitador del éxito del “coachee” (entrenado) ayudándole a encontrar las soluciones por sí mismo.
Sin duda, y ya lo está demostrando en muchas organizaciones, una forma perdurable y segura de generar cambios beneficiosos personales y en la organización.

Pero recordemos, primero que nada lo importante es encontrar las preguntas.

Para pensar.
Hasta pronto.

octubre 04, 2006

El Test del Pasillo

Por definición, un pasillo es un paso estrecho dónde, si uno se cruza con alguien, la cercanía obliga a intercambiar algo. Puede ser una rápida mirada, un “hola” o toda una conversación. Lo que está claro es que nunca nos deja completamente indiferentes.
No deja de ser entonces una buena ocasión para comprobar algunas cosas.

Vamos a escenificar un supuesto: usted es jefe, el máximo de la empresa o de una sección, departamento o lo que fuere, da igual, siempre que tenga ese “título”.

Pues bien, un día cualquiera usted tiene un “encuentro de pasillo” con su colaborador Antonio. Este muchacho, del que siempre ha tenido una buena impresión, le echa una mirada huidiza, y como con mucha prisa apenas le saluda:

-Hola jefe- y sigue su camino.
-Hola- usted le contesta pensando: “éste siempre tan ocupado” y se dirige hasta su despacho.

Sin embargo, una vez allí, se aparta mentalmente del trajín diario y por un momento reflexiona sobre ese breve encuentro…
Extrañamente, o no tanto, descubre que ese tipo de cruce rápido le ocurre siempre. Difícilmente un colaborador se pare o se acerque para tener una conversación, de trabajo o no, con usted. Además, siempre que convoca a alguien, la gente está nerviosa, se excusa, se justifica, como si se estuviera examinando, y casi nunca aporta nada interesante.

Mi estimado amigo, el test del pasillo acaba de confirmar que usted ¡mete miedo! No sabemos si mucho o poco (el test no es tan preciso) pero sí podemos diagnosticar que hay un problema de comunicación. Y lo que es probable también uno de liderazgo ¡tanto o más grave aún!

Lamentablemente, ese temor que podemos infundir nos confiere una sensación de poder que rápidamente confundimos con liderazgo.
Nada más alejado de la realidad, estos pseudo líderes, al final se dan cuenta de que a pesar de esa aparente sumisión, las cosas en la empresa no funcionan todo lo bien que quisieran, sus colaboradores sólo hacen su tarea cuando se les está encima, sus órdenes (nunca mejor dicho) se diluyen sin cumplirse, etc, etc.

Pero usted, que es inteligente y se ha tomado ese instante para reflexionar, no cae en esta trampa y comienza a realizar acciones para cambiar el “título” de “jefe” por el de “líder” en la percepción de su gente.


Un tiempo después se vuelve a cruzar con Antonio en el pasillo.

-Hola jefe, ahora que lo encuentro, tengo una idea para mejorar este tema de la atención al cliente ¿cuándo podemos hablar?

¡Enhorabuena, ahora sí el test del pasillo ha dado positivo!

Para pensar.
Hasta pronto.
Copyright Luis Roldán González de las Cuevas