junio 21, 2007

El frasco y el tiempo


No hacía más que repetirse que no tenía tiempo para nada. El agobio y el estrés estaban haciendo mella en su ánimo. Su familia y sus amigos eran cada vez menos familia y menos amigos.
Hacía años que había dedicado toda su energía al trabajo y desarrollo profesional y había logrado muchas cosas, pero tenía la sensación de que el precio que estaba pagando era muy caro.


En realidad no se acordaba ya si lo había hecho alguna vez, pero ese día decidió detener un poco la máquina de la rutina y las urgencias. La aparcó a las 10 de la mañana, un jueves. Pero al contrario de otras veces, muy pocas por cierto, donde esto podría haber significado dormir, ver televisión o una película, decidió pensar. Así fue como comenzaron a cambiar muchas cosas en su vida.

La casualidad, el destino o simplemente el azar quisieron ayudarle. Se fue a caminar por la ciudad, haciendo un gran esfuerzo para no pensar en temas de su trabajo. Apagó el móvil y evitó las zonas dónde habitualmente se pudiera encontrar con gente que le obligara a subir a la máquina que había aparcado sin saber muy bien por cuanto tiempo o para qué.
De pronto se encontró en la plaza del barrio de su niñez, se sentó en un banco algo estropeado y dejó que fluyeran sus recuerdos. Un pequeño movimiento del banco le sacó de su ensoñación, alguien se había sentado a su lado. Se miraron y se reconocieron de inmediato.
-¡Miguel!
-¡Paco!
En ese abrazo quisieron saldar la deuda de casi diez años sin verse.

Llevaban ya un rato hablando y la conversación comenzó a ahondar en los sentimientos, las emociones, la vida más profunda.
-Paco, te veo tranquilo, sin agobios de tiempo como tengo yo ¿cómo haces?- dijo Miguel entre admiración y curiosidad.
-Ven te enseñaré algo, vivo aquí cerca, acompáñame.


-¿Esto te cambió la vida?- asombrado, Miguel le preguntaba a Paco mientras sostenía en sus manos un frasco con piedras y arena.
-No, yo cambié las cosas, el frasco sólo me ayudó a entender algo simple y fundamental.
-Hace unos cinco años, agobiado por el trabajo, las urgencias y los problemas de tiempo, tal como me cuentas que estás tú ahora, un día se me ocurrió entrar en una librería, un hábito que tenía ya olvidado, y hojeando un libro encontré una breve historia sobre el tiempo.
“… el maestro estaba a la orilla del río con su discípulo. Dirigiéndose a él le dijo:
me has preguntado que es el tiempo y como puedes manejarlo de la mejor manera posible. Pues el tiempo es como este frasco y las piedras, la arena y el río son nuestras actividades, mira lo que voy a hacer. El maestro cogió algunas piedras más grandes y llenó el frasco, luego echó otras más pequeñas, siguió con la arena y finalmente añadió agua. El frasco está lleno ¿verdad?. ¿Podrías haberlo llenado por completo cambiando el orden, poniendo primero la arena o el agua?”

-Pensé largo tiempo sobre esta historia-continuó Paco- y finalmente me pregunté ¿cuáles son mis prioridades, que debo poner primero ¿ ¿cuáles son mis objetivos, los tengo claros o me dejo llevar por las circunstancias?
Así es que decidí intentar todos los días poner primero todas aquellas actividades que me acercaran a mis metas.
-Entiendo, pero hay que aclarar cuales son esas metas – añadió Miguel.
-Sí, pero antes hay una tarea fundamental, lo primero es el orden de los valores sobre los que se asentarán las metas. Qué va primero ¿la familia? ¿los amigos? ¿el desarrollo como persona? ¿otros? Y qué va segundo, y tercero…
-Algo así como un plan de vida ¿no?
-Exactamente, es así como salimos de ese hábito de hacer y hacer sin saber bien para qué lo hacemos.

Esta historia ocurrió hace un par de años, hoy Miguel también tiene un frasco en la mesa de su oficina. Y lo más importante es que está recuperando a Paco y a otros muchos amigos, a sus hijos, a su esposa, su tiempo y su paz.


Para pensar.
Hasta pronto