diciembre 17, 2007

El viento, el barco y los tripulantes


Eran tres amigos en un lejano país, de una perdida civilización y hace muchísimo tiempo, se llamaban Nom, Sim y Praction, aunque tal vez fueran sus apodos y no sus nombres verdaderos. Nadie lo sabe bien.

En su isla eran conocidos como buena gente, trabajadores, inteligentes y especialmente hábiles en las artes de navegar, pero de carácter y temperamentos muy diferentes. Tampoco les faltaba valentía, ni espíritu aventurero a la hora de echarse al mar, aún desafiando tormentas si era necesario.

Así fue que un día decidieron marcharse a explorar nuevas tierras, empujados por el entusiasmo innato y contagioso de Sim que había escuchado historias fabulosas, mientras Nom refunfuñaba, como siempre, y Praction organizaba y preparaba el viaje.

Partieron una mañana muy temprano, un poco de sorpresa para que nadie los fuera a despedir. Esta había sido idea de Nom.

-“…total, para volver en un par de días con las manos vacías…” decía en voz baja a sus compañeros.

Un suave pero persistente viento de popa les empujó rápidamente mar adentro, tanto que en muy poco tiempo, con el alba, ya no veían la costa.

Los tres disfrutaban a su manera. Nom sentía que la brisa del mar en su cara hacía que se alejaran un poco sus ideas pesimistas, aunque le seguía pareciendo una idea alocada, aunque por otro lado… “con el poco futuro que tengo en la isla”…. pensaba.
Con los ojos cerrados, Sim permanecía en una ensoñación completa, imaginando y hasta viviendo el mundo ideal que estaba seguro encontrarían gracias a ese viento maravilloso que soplaría siempre a su favor, sin duda los dioses estaban de su lado.
Entre tanto Praction también disfrutaba del viaje soñando con esas nuevas tierras, pero no podía dejar de pensar en como llegar a ellas lo mejor y más rápido posible, hacía cálculos del viento, de la velocidad…

Fueron cuatro días de buen navegar, atareados pero sin mayores problemas, pero al quinto día todo cambió. Una calma chicha cayó sobre ellos como un saco pesado y húmedo.
Pasaron dos días completos sin un atisbo de la más mínima brisa que los sacara de la deriva.
El ambiente entre ellos empezó a ponerse tenso. Como era de esperar el primero en saltar fue Nom:

-Lo dije, esta aventura tonta no tiene ningún sentido, aquí estamos, vaya a saber por cuanto tiempo, ¡moriremos de hambre y de sed!

Mientras, Sim, con su optimismo a prueba de todo, repetía una y otra vez:

-“…no os preocupéis, los dioses están de nuestro lado, el destino nos sonríe, sólo es cuestión de esperar a que vuelva el viento y nos lleve a esas fabulosas tierras…”

- Un momento- exclamó Praction- ¡debemos hacer algo!

- Tomé las previsiones, por si ocurría algo así traje algo más de agua y comida. No tenemos buenos remos pero sí unas maderas que…- continuó explicándoles su idea.

Cuenta la leyenda que mucho tiempo después de su partida, cuando ya nadie pensaba que regresarían, un día aparecieron en el puerto, felices de su aventura y de volver a casa.

Hasta aquí la historia.

Ahora piense: ¿con cuál de los tres se identifica más? ¿y a sus compañeros o empleados?

En las empresas hay de todo. Personas visceralmente optimistas, negativas y positivas, conforman la marcha de la organización.
Los optimistas dan ánimo y empujan hacia nuevas fronteras, aunque tal vez sin pensar mucho. Los pesimistas pueden poner su cuota frenando algunas ideas temerarias y los positivos y prácticos aportan su racionalidad y saber hacer.
Está claro que nuestros amigos estaban en perfecto equilibrio, si uno de ellos hubiera faltado la empresa no se hubiera realizado, además reinaba la amistad y había justo uno de cada uno. No siempre ocurre esto en las organizaciones.

¿Cómo son los tripulantes de su barco? ¿Cuál es la proporción de cada uno?
Si usted puede elegir a su tripulación, tendrá que decidir a quien subir a bordo y a quién dejar en tierra.

No sé si hay una fórmula o una sola respuesta correcta. Si usted es quien decide sabrá que tipo de empresa quiere, está en sus manos para que llegue a buen puerto.

Para pensar.
Hasta pronto.